La sociedad del conocimiento requiere profesionales que sepan trabajar con la información, personas capacitadas para su manejo y análisis, la elaboración y la comunicación de estudios e informes sobre su área de especialización o desde una perspectiva global.
En la llamada sociedad del conocimiento, cada vez es más necesario este perfil de personas capaces de comprender, explicar y resolver situaciones, conflictos o problemas interculturales.
En los primeros compases del siglo 21, el territorio aflorado en la intersección arte-ciencia-tecnología se está revelando enormemente fértil y cargado de alcance creativo.
El desarrollo de las tecnologías de la comunicación electrónica y el enorme potencial asociado a los programas de generación, tratamiento y manipulación técnica digital están aportando a las prácticas de producción unos niveles de impacto social exponencialmente multiplicados.
Un nuevo papel le corresponde asumir al artista que deberá estar implicado de lleno en los procesos de su producción y gestión efectiva del conocimiento.
Son muchas entonces las preguntas que se abren sobre la importancia estratégica de este nuevo territorio. Desde la consideración de las transformaciones que han de operarse en las prácticas artísticas y de visualidad, a las que afectan a sus instituciones sociales. Desde las que se refieren a la formación de esos nuevos artistas y la necesidad de aportarles las herramientas necesarias –no solo técnicas, sino sobre todo conceptuales y de potenciación crítico-reflexiva- para ocupar competitivamente su nuevo rol social, a las que en última instancia afectan a la propia implicación de las agencias públicas y las administraciones en el desarrollo efectivo de este sector. Un sector en todo caso apenas naciente en un país como el nuestro en que los proverbiales potenciales de creatividad de sus ciudadanos y el sedimento dejado por una larga e importante como pocas tradición de generación de imaginario añaden como decisivo argumento la fertilidad de un subsuelo singularmente rico y abonado.
La Industria del Entretenimiento juega cada día un papel más importante en la economía de los países desarrollados, es motor fundamental de crecimiento y, en conjunción con el desarrollo de las nuevas tecnologías y la Sociedad de la Información, está generando grandes oportunidades de negocio.
Su repercusión social, económica y cultural es cada día mayor de medios, contenidos y tecnologías.
Hablamos en definitiva de la revolución de una industria que ya no puede regirse por patrones tradicionales, y que hace necesaria tanto la adaptación de los modelos de negocio como la consiguiente especialización de los profesionales que han de formar parte de esta industria.
En el taller, mediante exposiciones del ponente acerca de los temas de la sesión, se busca un tratamiento posterior con los asistentes a través del planteamiento de puntos de vista, opiniones o discrepancias, haciendo especial hincapié en la presentación de pequeños supuestos para su posterior análisis conjunto.
Se pretende que los participantes expongan sus puntos de vista, las decisiones que tomarían si fuesen los responsables de un problema planteado y las razones de la postura que defienden.
Naturalmente, siempre aparecen opiniones diversas que dan base a discusiones en las que el ponente se convierte en un moderador que vela por la altura de las mismas, en orden a obtener conclusiones prácticas y efectivas en los distintos aspectos y, por tanto, de inmediata aplicación.
En la llamada sociedad del conocimiento, cada vez es más necesario este perfil de personas capaces de comprender, explicar y resolver situaciones, conflictos o problemas interculturales.
En los primeros compases del siglo 21, el territorio aflorado en la intersección arte-ciencia-tecnología se está revelando enormemente fértil y cargado de alcance creativo.
El desarrollo de las tecnologías de la comunicación electrónica y el enorme potencial asociado a los programas de generación, tratamiento y manipulación técnica digital están aportando a las prácticas de producción unos niveles de impacto social exponencialmente multiplicados.
Un nuevo papel le corresponde asumir al artista que deberá estar implicado de lleno en los procesos de su producción y gestión efectiva del conocimiento.
Son muchas entonces las preguntas que se abren sobre la importancia estratégica de este nuevo territorio. Desde la consideración de las transformaciones que han de operarse en las prácticas artísticas y de visualidad, a las que afectan a sus instituciones sociales. Desde las que se refieren a la formación de esos nuevos artistas y la necesidad de aportarles las herramientas necesarias –no solo técnicas, sino sobre todo conceptuales y de potenciación crítico-reflexiva- para ocupar competitivamente su nuevo rol social, a las que en última instancia afectan a la propia implicación de las agencias públicas y las administraciones en el desarrollo efectivo de este sector. Un sector en todo caso apenas naciente en un país como el nuestro en que los proverbiales potenciales de creatividad de sus ciudadanos y el sedimento dejado por una larga e importante como pocas tradición de generación de imaginario añaden como decisivo argumento la fertilidad de un subsuelo singularmente rico y abonado.
La Industria del Entretenimiento juega cada día un papel más importante en la economía de los países desarrollados, es motor fundamental de crecimiento y, en conjunción con el desarrollo de las nuevas tecnologías y la Sociedad de la Información, está generando grandes oportunidades de negocio.
Su repercusión social, económica y cultural es cada día mayor de medios, contenidos y tecnologías.
Hablamos en definitiva de la revolución de una industria que ya no puede regirse por patrones tradicionales, y que hace necesaria tanto la adaptación de los modelos de negocio como la consiguiente especialización de los profesionales que han de formar parte de esta industria.
En el taller, mediante exposiciones del ponente acerca de los temas de la sesión, se busca un tratamiento posterior con los asistentes a través del planteamiento de puntos de vista, opiniones o discrepancias, haciendo especial hincapié en la presentación de pequeños supuestos para su posterior análisis conjunto.
Se pretende que los participantes expongan sus puntos de vista, las decisiones que tomarían si fuesen los responsables de un problema planteado y las razones de la postura que defienden.
Naturalmente, siempre aparecen opiniones diversas que dan base a discusiones en las que el ponente se convierte en un moderador que vela por la altura de las mismas, en orden a obtener conclusiones prácticas y efectivas en los distintos aspectos y, por tanto, de inmediata aplicación.